2 de mayo de 2011

Confieso que soy un Adicto y que he sido un Abusador.


Semanas atrás estuve en mi ciudad natal Osorno junto a mi familia. En una de las tantas insuperables conversaciones que periódicamente tengo con mi hermanita Antonia de 5 años, hubo una, que a pesar de ser obvio y sabido por todos, no dejó de atraparme profundamente: ¨Nicolás, ¿trajiste Los Simpsons en tu pendrive para verlo ahora porque en la tele comienza más tarde?¨. Inmediatamente respondí que sí y disfrutamos algunos capítulos.

Mientras miraba a Homero, pensé en las grandes diferencias de sólo 20 años atrás y en cómo desde niños y todas las generaciones estamos cambiando nuestros hábitos. (parte especial para chilenos: uno de esos cambios que se desvía de la discusión, pero que es divertido recordar, es que para ver a la familia Simpsons en Chile debías tener padres que fueran modernos que te los permitieran ver, que además te dejaran quedarte despierto un viernes por la noche y que el sueño no te alcance una vez que terminara Video Loco. Si cumplías esas tres condiciones podías disfrutar de un capítulo por semana….y con mi hermana vimos 1 mes de capítulos en una tarde sin ningún esfuerzo de su parte!!).

No hay que ser erudito para reconocer la revolución que ha significado la tecnología e internet, sus ventajas y beneficios saltan a la vista, pero resulta interesante reflexionar acerca de algunos cambios que parecen no tan positivos. 

Gran parte de mi generación, durante o, los más inteligentes, después del desayuno debemos religiosamente revisar mails, facebook, twitter, diarios y algunos artículos interesantes de revistas… y así se nos pasa el día entre trabajo y mails, chat, información al minuto de lo que sucede en cualquier parte del mundo y leyendo mucha pero mucha información interesante en todo momento… si lo último que hacíamos antes de ir a dormir era lavarnos los dientes, ahora los más adictos antes de dormir revisamos los mails de la noche o alguna noticia que haya ocurrido por ahí, como si fueran tan importantes y no pudieran esperar 8 horas. El resultado del día es un exceso de información, con un bajísimo o casi nulo índice de reflexión, cuestionamiento o discusión. 

A pesar de que me gustaría tener un iPhone o Blackberry por los beneficios distintos a las llamadas, los teléfonos móviles son mis peores enemigos (debo haber perdido una decena y tengo más llamadas perdidas que contestadas), simplemente los aborrezco.  El que no tiene celular o simplemente no lo contesta es un mal educado, cuando antes si uno llamaba a la casa de alguien y la persona no estaba, simplemente no estaba y había que llamar más tarde, así de simple. Las citas se coordinaban verbalmente o con una simple llamada, y me parece que éramos más puntuales. Ahora hay que avisar desde que uno sale, cuando está llegando, cuando llegó y cuando no ve a la persona (ya que no hay tiempo para buscarla con la vista). Una vez que te reúnes, normalmente las charlas son interrumpidas por las llamadas y mensajes recibidos.

Hoy en día no tenemos tiempo, obviamente cuando chico las responsabilidades eran menores, pero a pesar de eso, ahora nunca tenemos tiempo, debemos estar disponibles en todo momento y en todo lugar para todos.  

Este exceso de información y falta de privacidad, creo que ha influido en que muchos de los niños y jóvenes que abusamos de Internet y estamos online todo el día, usemos menos nuestra capacidad de reflexión y crítica, tengamos menos espacios individuales para pensar. Me asusta que los infantes como mi hermanita no imaginen y sueñen tanto como lo hacíamos nosotros, quizás este exagerando, pero ese pequeño diálogo con Antonia encendió una alarma.

Urge encontrar espacios individuales, salir a caminar o correr, escribir, apagar algunas horas al día los celulares, desconectarse de Internet y hacer las cosas que hacíamos cuando niños sin la tecnología que hoy tenemos. Confieso que soy adicto y que he sido un abusador de Internet, pero ya he reconocido la patología, lo que es un pequeño paso adelante…